lunes, 22 de diciembre de 2014

6 manos 2



Vivimos entre objetos, nos movemos por espacios construidos, el mundo se manifiesta a través de ellos y erigimos nuestra realidad por una suerte de recomposición de fragmentos de la información percibida e interpretada. La arquitectura no es pues solo cobijo para nuestro cuerpo, es muchas veces tamiz a través del cual el orden que rige el universo se hace presente. Orden que es percibido, luego relacionado y finalmente transformado en significados individuales y colectivos. Siempre fue así y así estuvo bien.

Habituados hoy en día a  permanecer cada vez más en espacios virtuales, satisfechos con imágenes fáciles, presurosos en distinguir nuestras preferencias con un “like it”, reconocemos cada vez menos la función reveladora de la arquitectura, o en todo caso seleccionamos la información más superficial y útil en la medida que nos permita permanecer en espacios supuestamente confortables, haciendo todo ello caldo de cultivo para que germine una arquitectura mediática que esconde tras epidérmicos alardes formales la monotonía de la producción estandarizada y la falta de atención a lo que el contexto le demanda. 

Tres arquitectos que comparten estas preocupaciones se reúnen en un café arequipeño y acuerdan hacer un post a seis manos (utilizando el teclado del ordenador, claro está) Cada uno con blog propio se reconocen también  habitués de espacios virtuales, sin embargo se animan a echar un cable a tierra y anclar en experiencias vividas en que la arquitectura trascendió lo cotidiano y que de alguna u otra manera influyó en su manera de percibir el mundo o tal vez de reconocerse a sí mismos. Saben del peligro de su empresa, pues es probable que en el intento de descodificación parte de la magia que habita en su memoria sea alterada al reconocer la lógica del mecanismo, pero asumen el riesgo. Tienen la esperanza que a través de estas experiencias animen a más gente a contar las suyas y así colaborar, aunque sea en algo a poner la arquitectura en el lugar que le corresponde.

                 Cristina Dreifuss                                                        Gonzalo Ríos                          Carlos Zeballos






Experiencia 1.0
XXXXXXX:
XXXXXXXXX,  Fecha, Cristina Dreifuss, Lo Huachafo en la Arquitectura Limeña


Los arquitectos, con mucha frecuencia, dividimos nuestra vida en antes y después de nuestro paso por la facultad. Imagino que lo mismo debe pasar con otras profesiones; la formación profesional no sólo nos da habilidades y conocimientos, sino que nos enseña a ver con otros ojos. Es por eso que hablar de una experiencia trascendente de la arquitectura en términos pre-arquitectónicos se vuelve un reto.

Conocí la “casa Hundertwasser” un año antes de entrar a la facultad, en ese período en el que uno anda madurando y preguntándose una serie de cosas, trascendentales en sí mismas. En medio de un recorrido turístico lleno de dorados y barroco vienés, terminamos en esa  esquina de Kegelgasse donde parecería que alguien dejó libre acción a un lunático.



El edificio, un multifamiliar, es un manifiesto. No hay una sola línea recta (“la línea recta conduce a la perdición”, diría su autor, el pintor F. Hundertwasser). Cada unidad de habitación es de un color distinto, con lo que la imagen final es la de una especie de colcha de parches, salpicada de ventanas desordenadas. El primer piso se apoya en columnas distintas, algunas chuecas, forradas con materiales de reciclaje, cuyo brillo contrastaba con el cielo.
La rápida visita exterior – porque nunca llegué a entrar a una de estas viviendas – me enseñó sobre la libertad de expresión, sobre la economía de recursos, sobre la creatividad y el uso libre de colores y formas, sobre el cuestionamiento de estereotipos establecidos, y sobre todo, que la arquitectura es una profesión al servicio de las personas y que su objetivo es la felicidad. Fue ahí que decidí que eso es lo que quería hacer.




Años después, luego de sustentar mi tesis de grado, volví al sitio. En el fondo, quería comprobar si efectivamente la magia seguía ahí. El edificio fue tan impresionante como la primera vez y, de algún modo, era como si algún tío mayor y buena gente me guiñara el ojo y me asegurara que no me estaba equivocando. 







Experiencia 2.0
Habitando un relicario:
La Sainte Chapelle de Paris,  Febrero de 2014, 
Gonzalo Ríos, Trampantojo

Resultaba poco menos que iluso aspirar a tener una experiencia de mediana trascendencia en un ambiente en donde todo confluía para no conseguirla.  La preciosa capilla gótica en donde Luis IX de Francia, el santo,  pasó gran parte de su vida contemplando las reliquias que adquirió de la pasión de Cristo, era poco menos que profanada por una horda de turistas en busca del espectáculo banal que probablemente el día anterior lo vivieron  en Euro Disney y estaban ansiosos de replicarlo. Los guías atentos y acomedidos con su público se transformaban en bufones solazándose  en la anécdota histriónica para conseguir la risa fácil que seguramente se vería recompensada con un reconocimiento monetario final.

Vistas exteriores de la Sainte Chapelle. La masividad del nivel de acceso contrasta la ligereza del nivel superior en donde prima la transparencia de los vitrales 
Fotos: Eric Rougier

Nada de góticos radiantes, nada de explicar cómo es que se logró desmaterializar los muros opacos casi en su totalidad, reduciéndolos a estilizados haces de baquetones que se separaban hasta convertirse en la frágil estructura de una bóveda azul que parece levitar sobre vitrales pareados. No eso no era importante. Tampoco lo era la historia del pobre Luis IX, tan criticado por gastarse media fortuna en comprar a Bolduino II de Constantinopla  la corona de espinas, un pedazo de la cruz, el hierro de la lanza y la esponja del martirio de Cristo y la otra media en la construcción de esa capilla cuyo destino era convertirse en un enorme relicario en donde el monarca pasaría en estado de contemplación días enteros descuidando seguramente las funciones propias de su cargo. No, de eso nada. El espacio era de una belleza suprema y estaba agradecido, sin embargo el entorno hostil era superior a mis ganas de intentar una reflexión más profunda sobre la estética o la historia.

Vistas Interiores del actual nivel de acceso, en donde se anclan las estructuras que hacen posible la levedad del nivel superior.

Fotos: Eric Rougier


Dispuesto ya a abandonar la capilla el nublado clima invernal parisino disipó por unos instantes sus nubes y dio paso a un rayo de luz que penetro al ambiente atravesando los coloridos vitrales, convirtiendo esta inicial luz blanca en una emulsión de rojos y azules que inundándolo todo propiciaron una atmósfera en donde cualquier hecho físico, inanimado o vivo, pareció inmaterial y perteneciente a una misma substancia. Por unos breves segundos todo pareció detenerse, paralizarse; el silencio del entorno hostil superficialmente conmovido, al menos por el breve instante que duró el fenómeno, intensificó la impresión de cohesión.

Vistas Interiores del nivel superior, máximo exponente del gótico radiante francés con la desmaterialización casi total de los muros en favor de los vitrales.
Fotos: Eric Rougier


Este espacio místico, banalizado por el uso,  lo había vuelto a lograr. Pese a lo efímero del fenómeno, o tal vez por ello, se me revelaron estructuras normalmente no visibles del mundo, poniéndome en sintonía con el orden profundo de las cosas a la que todos estamos sujetos, y también en sincronía con mis eventuales acompañantes y hasta con el mismo Luis IX, él desde el siglo XIII y yo desde el XXI  entendiendo y dando significado a un fenómeno revelador propiciado por la arquitectura.


Una panorámica a 360° del espacio en mención puede verse en el siguiente enlace: 
http://www.fromparis.com/panoramas_quicktime_vr/sainte_chapelle_01/



Experiencia 3.0
Hipérbole simbólica:
Asamblea legislativa de Chandigarh, India,  Mayo de 2007, 
Carlos Zeballos, Mi Moleskine Arquitectónico


Monumental. Así me pareció la escala del Capitolio de Chandigarh. Aquel lugar transmitía una sensación de poder magno, casi megalómano. Estaba hecho para impresionar, aunque parecía no haberse preocupado en dar cabida al ser humano. En aquella calurosa mañana de primavera india, hubiera sido muy acogedor sentarse bajo un árbol pero aquella banalidad hubiera interferido con la colosal perspectiva del espacio, algo con lo que el arquitecto suizo no estaba dispuesto a transigir.


Salvo indicación, todas las fotografías pertenecen a Carlos Zeballos Velarde


Aún así, me sentía agradecido por estar parado por primera vez frente a una obra del gran maestro Le Corbusier y de poder disfrutarla enmarcada por los Himalayas que se perfilan como telón de fondo hacia el este. Antes sólo había visto reproducciones en blanco y negro así que era una experiencia estar parado ahí apreciando la monumentalidad del Capitolio, la solidez de sus volúmenes, la aspereza y plasticidad del concreto armado y respirar la pasión por el diseño que el maestro suizo supo traducir en esta obra, desde su trazo urbano hasta la concepción de sus murales y alfombras.

Había llegado allí con un pariente de un amigo al que conocí por internet , y que luego de mostrarme de lejos el complejo, se dispuso a regresar al centro de la ciudad. Cuando le insistí en aproximarnos, me dijo nerviosamente que era complicado, y que había que pedir un permiso especial que duraba un día conseguirlo. Pude entender su turbación, ya que Chandigarh se encuentra cerca de la frontera con Pakistán, en una zona muy tensa y donde no se escatiman las medidas de seguridad.




Pero no iba a rendirme así no más. Fui a obtener el permiso a un par de oficinas y la reticencia inicial de los oficiales se convirtió poco a poco en eficaz colaboración. “Soy un arquitecto, vengo de Perú, un país pacífico” le dije, convincente (aunque hubiera sido más exacto decir “un país en el Pacífico”). “Sí, lo sabemos”, replicaron con severidad, y en ese momento comprendí que ellos no tenían la más mínima idea de dónde quedaba Perú. Sin embargo, halagados ante la presencia de un visitante tan exótico, no dudaron en otorgarme el permiso además de muchos souvenirs e información sobre la ciudad.

Al día siguiente me encontraba de nuevo en el Capitolio, con sus tres simbólicas construcciones: la secretaría, el Palacio de la Asamblea Legislativa y la Corte Superior de Justicia. De todos los elementos del conjunto, fue el Palais de l’Asambleé el edificio que más llamó mi atención, por su matemática grilla de brise-soleil, imprescindible en aquel tórrido clima y su fotogénica fachada sur reflejándose en un espejo de agua.




La grilla aligeraba la fachada de esa caja rectangular, sobre el cual asomaba principalmente el gran volumen de una cáscara hiperbólica truncada, una figura escultórica cuya inspiración proviene de chimeneas industriales.
Habría de recorrerlo custodiado por un soldado armado con un fusil automático y la seguridad era particularmente estricta.
Ingresamos al edificio, adornado con murales diseñados por el propio Le Corbusier, que no había descuidado detalles en el momento de su gran obra.


Al interior, la luz se filtraba indirectamente por los brise-soleil y daba un efecto de profundidad a aquella sala hipóstila, reminiscente de los templos clásicos que el maestro había admirado en su viaje de descubrimiento por Grecia.

En medio de aquella trama de columnas emergía, como un volcán impetuoso, el volumen de la asamblea.

Izquierda y centro, Fotos cortesía de Fondation Le Corbusier. Derecha, foto Carlos Zeballos

Entonces, nos acercamos a la cámara legislativa, que por suerte se hallaba en receso y podía ser visitada. Ni los libros sobre el maestro suizo ni los tratados sobre arquitectura moderna, nada podría haberme preparado para aquella impresión. El espacio, moldeado en aquella cáscara de apenas 15 cm de espesor, se alzaba monumental sobre los asientos tapizados de los legisladores. La sección truncada con la que culminaba la hipérbole acentuaba su direccionalidad y su geometría favorecía la acústica. La estatura del espacio obedecía también a fines climáticos, ya que permite la circulación de aire por conducción.

Pero aquél no parecía un espacio cívico, sino uno sacro. La luz filtrándose indirectamente producía un efecto espiritual que volvería a encontrar algunos años después en la capilla hechapor Le Corbusier en Ronchamp. Sin embargo, a diferencia de las paredes blancas de aquella, la epidermis de concreto de la sala se hallaba cubierta por coloridas láminas de aluminio, que como una infección reptaban produciendo manchas de color.

Fotos cortesía de The Tribune

Era un momento sublime, que no parecía ser compartido por el cancerbero que me acompañaba, quien insistía en que las fotografías estaban estrictamente prohibidas. Traté de impregnar en mi memoria cada detalle de aquel momento sabiendo que probablemente esta experiencia no se repetiría. Traté de respirar al máximo ese espacio bello, magno, dramático. Pero en aquel momento, un gesto poco amigable del soldado me indicó que la visita había acabado.



sábado, 20 de diciembre de 2014

post 6 manos

Detalle del Palacio de la Asamblea, Chandigarh.
Salvo indicación, todas las fotografías pertenecen a Carlos Zeballos Velarde

HIPÉRBOLE SIMBÓLICA
Asamblea legislativa de Chandigarh, India, 22 de mayo de 2007

Monumental. Así me pareció la escala del Capitolio de Chandigarh. Aquel lugar transmitía una sensación de poder magno, casi megalómano. Estaba hecho para impresionar, aunque parecía no haberse preocupado en dar cabida al ser humano. En aquella calurosa mañana de primavera india, hubiera sido muy acogedor sentarse bajo un árbol pero aquella banalidad hubiera interferido con la colosal perspectiva del espacio, algo con lo que el arquitecto suizo no estaba dispuesto a transigir.

Aún así, me sentía agradecido por estar parado por primera vez frente a una obra del gran maestro Le Corbusier y de poder disfrutarla enmarcada por los Himalayas que se perfilan como telón de fondo hacia el este. Antes sólo había visto reproducciones en blanco y negro así que era una experiencia estar parado ahí apreciando la monumentalidad del Capitolio, la solidez de sus volúmenes, la aspereza y plasticidad del concreto armado y respirar la pasión por el diseño que el maestro suizo supo traducir en esta obra, desde su trazo urbano hasta la concepción de sus murales y alfombras.



Había llegado allí con un pariente de un amigo al que conocí por internet , y que luego de mostrarme de lejos el complejo, se dispuso a regresar al centro de la ciudad. Cuando le insistí en aproximarnos, me dijo nerviosamente que era complicado, y que había que pedir un permiso especial que duraba un día conseguirlo. Pude entender su turbación, ya que Chandigarh se encuentra cerca de la frontera con Pakistán, en una zona muy tensa y donde no se escatiman las medidas de seguridad.

Pero no iba a rendirme así no más. Fui a obtener el permiso y la reticencia inicial con que me recibieron los oficiales se convirtió poco a poco en eficaz colaboración. “Soy un arquitecto, vengo de Perú, un país pacífico” le dije, convincente (aunque hubiera sido más exacto decir “un país en el Pacífico”). “Sí, lo sabemos”, replicaron con severidad, y en ese momento comprendí que ellos no tenían la más mínima idea de dónde quedaba Perú. Sin embargo, halagados ante la presencia de un visitante tan exótico, no dudaron en otorgarme el permiso además de muchos souvenirs e información sobre la ciudad.


Al día siguiente me encontraba de nuevo en el Capitolio, con sus tres simbólicas construcciones: la secretaría, el Palacio de la Asamblea Legislativa y la Corte Superior de Justicia. De todos los elementos del conjunto, fue el Palais de l’Asambleé el edificio que más llamó mi atención, por su matemática grilla de brise-soleil, imprescindible en aquel tórrido clima y su fotogénica fachada sur reflejándose en un espejo de agua.


 La grilla aligeraba la fachada de esa caja rectangular, sobre el cual asomaba principalmente el gran volumen de una cáscara hiperbólica truncada, una figura escultórica cuya inspiración proviene de chimeneas industriales.





Habría de recorrerlo custodiado por un soldado armado con un fusil automático y la seguridad era particularmente estricta.

 
Ingresamos al edificio, adornado con murales diseñados por el propio Le Corbusier, que no había descuidado detalles en el momento de su gran obra.

Al interior, la luz se filtraba indirectamente por los brise-soleil y daba un efecto de profundidad a aquella sala hipóstila, reminiscente de los templos clásicos que el maestro había admirado en su viaje de descubrimiento por Grecia.

 Foto cortesía de Fondation Le Corbusier

 En medio de aquella trama de columnas emergía, como un volcán impetuoso, el volumen de la asamblea.

 Foto cortesía de Fondation Le Corbusier

Entonces, nos acercamos a la cámara legislativa, que por suerte se hallaba en receso y podía ser visitada. Ni los libros sobre el maestro suizo ni los tratados sobre arquitectura moderna, nada podría haberme preparado para aquella impresión. El espacio, moldeado en aquella cáscara de apenas 15 cm de espesor, se alzaba monumental sobre los asientos tapizados de los legisladores. La sección truncada con la que culminaba la hipérbole acentuaba su direccionalidad y su geometría favorecía la acústica. La estatura del espacio obedecía también a fines climáticos, ya que permite la circulación de aire por conducción.


 Foto cortesía de The Tribune
 
 Pero aquél no parecía un espacio cívico, sino uno sacro. La luz filtrándose indirectamente producía un efecto espiritual que volvería a encontrar algunos años después en la capilla hecha por Le Corbusier en Ronchamp. Sin embargo, a diferencia de las paredes blancas de aquella, la epidermis de concreto de la sala se hallaba cubierta por coloridas láminas de aluminio, que como una infección reptaban produciendo manchas de color.


Fotos cortesía de The Tribune

Era un momento sublime, que no parecía ser compartido por el cancerbero que me acompañaba, quien insistía en que las fotografías estaban estrictamente prohibidas. Traté de impregnar en mi memoria cada detalle de aquel momento sabiendo que probablemente esta experiencia no se repetiría. Traté de respirar al máximo ese espacio bello, magno, dramático. Pero en aquel momento, un gesto poco amigable del soldado me indicó que la visita había acabado.

domingo, 29 de septiembre de 2013

UNA VISION SOBRE ARQUITECTURA MEXICANA. INTRODUCCIÓN


Tengo el sumo placer de incluir en este blog una serie de entregas sobre arquitectura mexicana. A través de miles de años la arquitectura mexicana ha logrado destacarse por su calidad, colorido y belleza. Para este fin, cuento con el invalorable aporte del arquitecto Francisco Pérez Vilchis* quien, ha tenido la gentileza de compartir sus ideas y conocimientos sobre este fascinante tema.


1.- PROLOGO
Son innumerables las ocasiones en las que se habla de la cultura mexicana sin mencionar siquiera a la arquitectura. La aberración no puede ser mayor: la arquitectura no es sólo la más conspicua de las artes, aquélla de la que nadie puede sustraerse; es la que conforma con mayor claridad uno de los rostros de determinado grupo humano y tiempo histórico, la que define con mayor contundencia la identidad del hogar colectivo: en el caso particular de México, además de todo eso, la arquitectura ha sido un fiel espejo de nuestras pasiones, contradicciones y búsquedas, de nuestras auto-traiciones y aciertos, de nuestras más nobles pesquisas intelectuales y nuestras más flagrantes injusticias sociales. La arquitectura a lo largo de la historia -desde la precolombina, hasta la que hoy mira con ilusión el inicio de un nuevo siglo, ha sido una de las manifestaciones más ricas, fascinantes y representativas de nuestra cultura nacional.


Lo que intenta este sencillo texto, es una breve radiografía arquitectónica que nos permita ver de manera simple, la arquitectura del México antiguo, al México reciente. En ella podremos reconocer la grandeza y perfección de lo construido en la era precolombina, a nuestra proclividad por los modelos extranjeros, los paradigmas con que nos siguen deslumbrando los imperios y nuestras ininterrumpidas colonizaciones, lo mismo que las luchas, no siempre bien encaminadas, por descubrir, inventar o forjar lo que verdaderamente somos, por preservarlo y hacerlo florecer. Veremos aparecer diversos proyectos de nación que han tenido los regímenes en turno, y los que grupos privados, crecientemente fuertes y protagónicos, han ido introduciendo entre nosotros. Estarán aquí presentes los caprichos de tantos funcionarios que conciben las magnas obras como monumentos al sistema y a sí mismos, y la labor silenciosa de grupos marginados que, acumulando lo que van pudiendo, han construido (o amontonado) sectores ya amplísimos de nuestras ciudades.
Esta mezcla de ingenio, grandeza, monumentalidad, autoafirmación y xenofilia, esta combinación de ingenio técnico, voluntad creadora y hondura cultural, este amasijo de complicidad y corrupción, con la puesta en marcha de hidalgas cruzadas personales y colectivas, este engendro de profundas convicciones, arbitrariedades, de necedad, de vulgar economía, y talento claro, esta amalgama contra-natura de frivolidad y poesía, han dado como resultado el producto notable que es la arquitectura mexicana.
Nuestra buena arquitectura no ha pasado su historia en un mundo de exquisiteces y embelesos. Ha sido militante de las mejores causas, de nobles luchas sociales y reivindicaciones artísticas. Ha aprendido de la experiencia ajena, ha reflexionado mucho, ha creído en su lugar como parte y constructora del futuro nacional.
Podremos sorprendernos al saber que al día de hoy, no hemos sido capaces de conocer quiénes fueron los verdaderos constructores de Teotihuacán. También podremos comprender hasta qué punto el porfiriato, sentó las bases firmes sobre lo que hemos edificado después y cuáles fueron las razones profundas por las que limpias inteligencias pugnaron por resucitar – equivocadamente para mí, la arquitectura de nuestros ancestros prehispánicos y coloniales. (Tendencia esta última que, degradada hasta el fondo, prospera todavía en nuestros tiempos) Quien solo de un vistazo a las ilustraciones, ignorará las batallas por convertir la razón arquitectónica en instrumento de equidad social. La admirable tenacidad de nuestros heterodoxos y la forma en la que México ha estado a la vanguardia de la tecnología constructiva en el mundo, desde hace muchos siglos.


Otra sorpresa que se llevará el lector, será la de comprobar que en la arquitectura el centralismo ha sido menos fatal que en otros campos, y que artistas de todo el país, han hecho aportaciones trascendentes. Podremos preguntarnos: ¿Existe de verdad, o ha existido, una arquitectura mexicana? Pienso que sí, tanto como han existido una pintura, o una escultura mexicana, aunque obviamente con modalidades propias. A pesar de que todas las grandes corrientes universales han tenido en México seguidores, en sus mejores ejemplos no se han realizado simples transcripciones, sino interpretaciones con una distinta sensibilidad y desde la cultura nuestra, adecuándose además a las condiciones climáticas, tecnológicas y económicas de esta realidad. El uso del color, por ejemplo, o la voluntad pertinaz de contar con el aporte de la pintura y -en grado menor- de la escultura, o un tratamiento de los espacios abiertos singular y cargado de alusiones, o la combinación de texturas y materiales disímiles, son señas definitorias, elementos que retoman y renuevan una tradición y legitiman aportaciones al mundo.
Además están quienes han recogido la herencia popular, de nuestras regiones y la han reinterpretado con una sabiduría y una fuerza creadora que en México han sido particularmente exitosas. En los grandes momentos de nuestra arquitectura ha existido la convicción, por parte de quienes la hacen y quienes la patrocinan, de que no se trata nada más de resolver y resolver bien problemas de uso, sino de hacer ciudad. De construir cultura, de fraguar identidad, y de darle mediante ese trabajo, existencia tangible a una abstracción llamada México.

A pesar de los grandes ejemplos precolombinos, la arquitectura tradicional ha sido capaz de levantar notables edificios y conjuntos de estos; pero no ha sido capaz de preservar ni crear ciudades armónicas. Con muy pocas excepciones –por lo común, solo en aquellas en las que el pasado sobrevive y en las que la arquitectura de hoy ha intervenido limitadamente. Nuestras urbes, mayores y pequeñas son ya verdaderos pozos de fealdad desorden e incoherencia, la falta de verdaderos controles edilicios, la aplicación laxa de leyes y reglamentos, la sumisión ante los poderosos, la enajenación del mercado, el individualismo exhibicionista de muchos profesionistas, y sobre todo, la falta de compromiso y talento, han consumado el desastre. Las intervenciones de arquitectos “modernos”, en ámbitos ó en edificios históricos –en las que yo tengo tanta fe, han sido la mayoría de las veces desafortunadas, cuando no, francamente destructivas.
Por si todo esto fuera poco, comúnmente nuestra arquitectura y nuestro urbanismo ni han respetado a la naturaleza, ni han sabido sacar provecho a sus múltiples dones. Igualmente se ha desarrollado una arquitectura “prestigiosa” que solo parece ser capaz de buenos logros, cuando tiene a su disposición caudales de recursos ilimitados, violentando la dimensión ética y social de su quehacer.



Así, la arquitectura mexicana, también ha cometido errores gordos, sin mencionar la aplicación extra lógica y servil de modas espurias. Por esas y otras culpas, han pagado justos por pecadores: El asolamiento y adulteración de los productos arquitectónicos de nuestro siglo, incluso en sus ejemplos más destacados, se ha producido extensamente ante nuestra mirada indiferente. La primera víctima del desprecio fue la arquitectura precolombina, vista por el conquistador como enemigo a vencer, para imponer –de manera literal, la representación de su imperio. Otra víctima significativa fue la arquitectura porfiriana, vista por muchos como algo abominable, como un producto desnacionalizante de una era políticamente maldita, edificios de “mal gusto" que convenía quitarnos de encima. De Mérida a Guadalajara y a la ciudad de México, barrios enteros cuya única falta, cuyo único “pecado” era el reflejar el clima de su momento, fueron destrozados para abrir paso a la nada, fracturando gravísimamente la continuidad de nuestro legado. Pero no sólo esa arquitectura ha sido diezmada: la especulación inmobiliaria y los proyectos de "urbanismo político" han acabado con verdaderos tesoros más recientes, y la ignorancia, la soberbia y la estulticia han desfigurado a muchos otros.
En estas tierras desasosegadas, la naturaleza ha sido también implacable devastadora: ciclones e inundaciones, y sobre todo terremotos, han echado abajo edificios cuyas excelencias estéticas y funcionales eran, por lo visto, mayores que sus virtudes constructivas. Particularmente, el macro-sismo de 1985 en la ciudad de México demolió o dañó sin remedio piezas clave de nuestro acontecer arquitectónico y cultural. Y la oportunidad irrepetible de enderezar ciertas áreas de la capital a partir del estragamiento, no fue aprovechada cabalmente.


Este escrito nace con tres propósitos: primero, el de desagraviar a una actividad crecientemente vista con el más chato pragmatismo, y que por el contrario constituye, como dije al principio, un precioso, contradictorio, complejísimo y apasionante testimonio de la vitalidad de nuestra cultura; segundo, intentar una lectura fresca de la arquitectura mexicana, mediante un acercamiento crítico y desprejuiciado a ella, y tercero, poner en su lugar a épocas, tendencias, áreas geográficas para un fácil acercamiento. Es claro que estos propósitos se lograron sólo en parte: habrá que proseguir la tarea. También, reconocemos que nos hemos establecido poco espacio: prácticamente todos los capítulos, los apéndices e incluso las viñetas con los que se arma este escrito, tienen sustancia para convertirse en largos ensayos por sí solos; confío en que aparecerá quién los realice.
 A veces pienso que éste es un escrito ambicioso en exceso: no se ha querido dejar afuera casi nada. Sin embargo, es tan vasta la riqueza y tan grandes y abundantes los espacios por llenar, que la ambición imposible se comprende. Y ahora, una simple aclaración: Jamás se pensó en este ensayo como: La obra definitiva, como la interpretación final y totalizadora: eso no existe para las cosas vivas. Aquí se expone, tan sólo, un escrutinio hecho de manera simple y de buena fe, desde mi óptica particular. Espero que vengan nuevos aportes que amplíen nuestras perspectivas, enriquezcan nuestros análisis, e incorporen elementos valiosos que pudiesen ser injustamente olvidados.



Para quienes han hecho posibles los grandes valores de nuestra arquitectura, este sencillo escrito es un reconocimiento y un homenaje. Para quienes han propiciado sus defectos, descuidado y deformado a nuestras ciudades; para quienes se han mostrado incapaces de atajar la miseria que ha puesto a la arquitectura fuera del alcance de mayorías que no menguan, es una inculpación y una querella. Para los que en el futuro tengan en sus manos nuestra casa común, y levanten los edificios dentro de los que -o entre los cuales- discurrirá la vida de todos nosotros, es un recordatorio de que tienen allí, indeclinable, un compromiso con la historia, con la imaginación, con las raíces y el porvenir, con la justicia y la verdad, con la cultura, la sociedad y la naturaleza.
Ojalá que nuestra arquitectura logre aportar lo suyo para la construcción de un México mejor, sin perder sus enormes raíces y ricas tradiciones, una expresión que nos distinga del mundo, que tenga vida y que siga siendo México. Ojalá que, a su vez, nosotros sepamos agradecer a esta arquitectura, a este noble oficio, lo mucho que ya le debemos.




* Francisco Pérez Vilchis, arquitecto graduado por la UNAM, ha colaborado para varios de los despachos más importantes de arquitectura en México. Ha participado en múltiples obras, y ha sido galardonado como ganador de la I Bienal de Arquitectura 1998, en las categorías de Arquitectura Industrial y Edificación Diversa. En 2006 construye al lado del Arq. Ricardo Legorreta Vilchis, el Hotel “La Purificadora” en Puebla, obra premiada a nivel internacional; Desde 2006 tiene participación directa en diversos proyectos en Phoenix Arizona E.U. Realiza en 2009, su primer proyecto para una tienda minorista en Brasil; En 2011 obtiene la Certificación Internacional APEC. En 2012 formaliza operaciones en Brasil, dirigiendo la empresa Zcala Brasil Arquitetura LTDA con sede en Porto Alegre. Desde 1993 está al frente de la empresa. Es miembro de la FECARM (Federación de Colegios de Arquitectos de la Republica Mexicana) miembro AIA (American Institute of Architects) y miembro UIA (International Union of Architects).


 

sábado, 2 de febrero de 2013

NMAO draft



The National Museum of Art (2004), designed by Cesar Pelli in Osaka, is so different from the Petronas Towers in Kuala Lumpur, that is hard to believe at first glance that this work belongs to the same architect. While the Malaysian towers stand skyward beating world records, the museum in Osaka was developed three levels underground. While the complex in Malaysia was developed based on a meticulous and strict geometry that is clearly expressed in the form and silhouette of the towers, the museum in Japan presents an explosive, amorphous facade, completely free of geometric constraints. It is possible, however, to recognize in both examples an intention to create a significant place, to establish  a landmark that will develop the collective memory of the site. In both cases, this architect from Tucuman, Argentina, has demonstrated versatility in the development of such different solutions.

Panorama showing the Museum of Art in the foreground and the Science Museum in the background.
Photo courtesy of AIA

BACKGROUND.

The World Expo'70 took place on the outskirts of Osaka, and among the facilities that were implemented for that event, the Expo Museum of Fine Arts was developed. In 1977 this building was transformed into the National Museum of Art in Osaka, dedicated to house mainly contemporary art collections.

"Tower of the Sun," by Taro Okamoto monument at the Expo Park, Osaka.
Photo courtesy of girlsmell.

In 2000 the museum was moved to the east end of the city near the coast, to a location on the Nakano island (or Nakanoshima), between the rivers Tosabori and Dojima, an area renown as Osaka's Arts District.

DEVELOPMENT

Due to limitations of the area it was decided that this 13,500 m2 complex, should be developed underground, with two galleries for permanent and temporary installations. Due to its location in an area crisscrossed by many underground streams, and given that the building would be below the level of the rivers,  triple-layered walls were built (concrete, waterproof and the inner wall of the museum), reaching a thickness of 3 meters. This armor provides the building with additional protection against moisture and earthquakes, and because of that it has earned the nickname of "submarine".

The museum is located on the island Nakano. Google Earth Image
Aerial view of the Osaka Museum of Art, next to the elliptical building of the Osaka Science Museum .
Photo Courtesy of Pelli Clarke Pelli.

The facade, however, stands as a light structure -made of stainless steel tubes coated in titanium- that emerges from the ground level, forming a sculptural spasm that exceeds 50 m. in  height, and spreading like the wings of a mystical bird. This sculpture wraps the steel and glass lobby, which affords generous natural light to the interior.

Detail of the facade. Photo C. Zeballos

"The steel sculpture is allowed to sway, to some extent, in all directions." says Pelli. "Given its height and location, wind and earthquake design posed unique engineering challenges. Also, many of the steel tubes must penetrate the skylight glass. For these junctures, the architects designed a watertight seal with a bellows. The bellows allow the steel tube to move 4–6 inches in any direction without breaking the glass or causing leaks. "


Details of the facade. Photo C. Zeballos

Next to the museum there is bamboo garden. Both the garden and the structure are an allegory of a bamboo forest that used to grow naturally in the Nakanoshima Island before its urban development.



Some have criticized this dramatic rupture with the environment, but others have praised this synthesis between architecture and sculpture and the explicit feeling of freedom and contemporaneity expressed in its  facade. However, although this metal and glass structure bends and twists to form the building entrance, it does not transmit the flamboyant drama involving, for example, the works of Frank Gehry . On the contrary, the use of tubes instead of plates makes the whole element lighter and more transparent.  I would say that despite its apparent chaos, it is possible to perceive Pelli's orderly hand .

Inside the lobby. Photo courtesy of AIA

Perhaps as interesting as this external capriccio, is the spatial sensation inside this transparent lobby, a monumental space bathed in a warm and welcoming light that,  an ever-changing play of light and shadow, hits on the museum walls, coated in earthy colors.

Sections of the museum.Courtesy of Pelli Clark Pelli 

First floor, courtesy of the National Museum of Art, Osaka.

Dotted with nice details, such as a series of columns which flourish from a single point to the ceiling, the main function of this modern greenhouse is to provide natural light to the underground galleries.

Interior Details, branched columns supporting the roof. Photos C. Zeballos

From the glazed lobby we descend through the escalators to the galleries, located below and arranged as L-shape.
The first level houses the reception, auditorium, restaurant, offices and the souvenir shop (and for that reason it is not possible to take pictures inside museums in Japan). This level to the first basement, forming a double height space that is ideal to admire an impressive work by Miró.

First basement, courtesy of the National Museum of Art, Osaka.

Details of the double-height living room, which houses a painting by Miró. Photo C. Zeballos

The second basement hosts temporary exhibitions while the permanent ones can be seen in the third basement.
Second and third basement, courtesy of the National Museum of Art, Osaka.

Profile Detail of the staircase. Photo C. Zeballos

With an exterior design inspired by the life force of the bamboo and the development of contemporary art, this new facility serves well as a space for interaction between the public and art. The Art Museum is related to the Science Museum, a building that shares with the museum an elliptical plaza. In the vicinity there is a building called Nakanoshima Mitsui Building , also designed by Cesar Pelli & Associates.

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